El seleccionado local cambió el pesimismo que reinaba en su país en la previa a un sentimiento de orgullo por una actuación más que digna. Los rusos ahora se entusiasman con el futuro de su selección.
Fue bonito mientras duró. El cuento de hadas del anfitrión de la Copa del Mundo se terminó justo cuando los rusos comenzaban a creer en el milagro. Pese a caer ante Croacia, Rusia demostró que su victoria contra España no había sido fruto de la casualidad.
“Es duro. Estamos muy tristes de que el cuento de hadas para nuestro país se haya terminado. No pudimos ganar. Nos vamos para casa”, dijo Denís Chéryshev al final del partido en el estadio Fisht de Sochi.
Los rusos pueden estar orgullosos. Eliminaron a uno de los grandes favoritos al título y estuvieron a punto de repetir la hazaña que logró Corea del Sur en “su” torneo en 2002. Alcanzar las semifinales tras dejar en el camino a Portugal, Italia y España. “¡Campeones de nuestros corazones!”, tituló este domingo el diario “Sport Express”, el más leído del país.
Nadie daba un peso por el anfitrión horas antes del partido inaugural ante la débil Arabia Saudita. No en vano era el equipo con el peor ránking de todo el torneo. Pero los rusos rompieron todos los pronósticos.
“Sinceramente, antes del Mundial éramos escépticos. Y las primeras victorias pensamos que eran fruto de la casualidad, que los rivales eran débiles (..) El momento clave fue el partido contra España”, comentó una exultante Yelena Isinbáyeva, la zarina de la pértiga.
Golearon a los saudíess (5-0) y frenaron en seco a la Egipto de Salah y Cúper (3-1). Aunque cayeron ante los uruguayos (0-3), el equipo local ya había cumplido con el objetivo de alcanzar los octavos de final por primera vez en su historia.
El partido contra España era un regalo, pero el seleccionador, Stanislav Cherchésov, demostró una extraordinaria capacidad de motivación y un gran poder de convicción. Los rusos no querían ser un convidado de piedra.
No le importó que le acusaran de plantear un sistema ultradefensivo. Salió con cinco defensores y desde el descanso jugó con cuatro centrales. La realidad es que España no pudo superar la muralla rusa y el anfitrión se coló en los cuartos.
“¡Antifútbol!”, tituló la prensa internacional. A lo que Cherchésov respondió que “la posesión no es todo en el fútbol” y que “lo importante es que el planteo dio resultado”.
En los cuartos de final los rusos demostraron que también saben jugar al fútbol. Chéryshev, uno de los grandes héroes del Mundial, regresó al once inicial y los pupilos de Cherchésov pusieron contra las cuerdas a Luka Modric y compañía.
“Los rusos nos sorprendieron con su fútbol de ataque en la primera parte”, reconoció el madridista.
Cherchésov prefirió caer con honor y casi consigue llevarse la victoria. Sólo la fortuna le dio la espalda. Smólov tomó la dudosa decisión de tirar el primer penal de la tanda a lo Abreu -Subasic adivinó su intención-, fallo que le perseguirá el resto de sus días.
Además, Akinféev despejó el lanzamiento de Modric, pero con la mala fortuna de que el balón golpeó un poste, después el otro y acabó entrando en el arco.
Los rusos llegaron a creer que su equipo emularía a la selección que eliminó a Hungría en 1966 y alcanzó las semifinales del Mundial de Inglaterra con Lev Yashin bajo los palos.
Ya soñaban con la semifinal ante Inglaterra, el gran enemigo del Kremlin, en el estadio Luzhnikí. Por eso la decepción fue tan grande. Muchos aficionados lloraban desconsoladamente. Le secundaron los propios jugadores.
Chéryshev se quedó petrificado en el banco. Dzyuba no pudo contener las lágrimas en una entrevista con la televisión. Y un lloroso Smólov fue el último en abandonar el terreno de juego, consciente de que éste no había sido su Mundial.
La lotería de los penales les devolvió a la cruda realidad. Pero como le dijo el presidente ruso, Vladímir Putin, al seleccionador sus futbolistas pueden abandonar el Mundial “con la cabeza bien alta”.
La buena noticia es que el fútbol ruso ha renacido de sus cenizas. Considerada la peor selección de la historia del fútbol nacional, puede ahora mirar al futuro con optimismo.
Golovín, que tiene ofertas de los grandes clubes europeos, ha demostrado que puede ser la piedra angular de un equipo que hace unas décadas era temido y que desde la caída de la URSS había perdido el norte.
Chéryshev volvió a ser ese jugador que soñaba con triunfar en el Real Madrid. Además, cuentan con uno de los mejores laterales derechos del continente, Mario Fernandes, al gigantón Dzyuba, al pulmón Zobnin, al prometedor Kuziáev y a los hermanos Miranchuk.
El futuro del fútbol ruso está garantizado. Además de una nueva generación de jugadores, cuentan con doce estadios mundialistas nuevos, más los del Krasnodar y el CSKA, que seguramente acogerán en los próximos años la Eurocopa de naciones.